Hemos definido los milagros como efectos naturales de causas excepcionales.La acción inmediata de la voluntad humana sobre los cuerpos, o por lo menos esa acción ejercidasin medio visible, constituye un milagro en el orden físico.
La influencia ejercida sobre las voluntades, o sobre las inteligencias, sea repentinamente, sea en untiempo determinado, y -capaz de cautivar los pensamientos, de cambiarlas resoluciones mejor adoptadas, de paralizas las más violentas pasiones, esa influencia, en fin, constituye un milagro enel orden moral.El error común relativo a los milagros, es el de mirarlos como efectos sin causas, comocontradicciones de la naturaleza, como ficciones repentinas de la imaginación divina; y no se piensaque un solo milagro de esta especie rompería la armonía universal y sumergiría al universo en elcaos.
Hay milagros imposibles, aun para el mismo Dios. Son estos milagros absurdos. Si Dios pudiera ser absurdo un solo instante, ni él ni el mundo existirían un instante después. Esperar del arbitrio divinoun efecto del que se desconociera la causa, o cuya causa no existiera, es lo que se llama tentar aDios; esto es sencillamente precipitarse en el vacío.Dios acciona por sus obras; en el cielo opera por sus ángeles y en la tierra por los hombres.
Así, pues, en el círculo de acción de los ángeles, éstos pueden todo lo que sea posible a Dios, y en elcírculo de acción de los hombres, éstos disponen igualmente de la omnipotencia divina.
En el flashback sociológico que estamos padeciendo a marchas forzadas, Soraya y Cospedal se han metido de rondón en un cuadro de Julio Romero de Torres pero con el erotismo bajo mínimos, más bien con un aire a las hermanas Hurtado cuando se vestían de tacañonas en el Un, dos, tres. La posguerra ya ha quedado atrás, rebasada por los desvelos de un gobierno que ha abandonado el modelo franquista por blandengue y obsoleto, que hasta se preocupaba de los pobres en las fiestas de guardar y les construía escuelas y hospitales cuando le daba por ahí.
Juan de Ávila ha tardado cuatro siglos en sacarse el doctorado en el Vaticano, no está nada mal teniendo en cuenta que en esta ilustre academia del saber no aprobaron a Galileo hasta anteayer, cuando cayeron en la cuenta de que sí, de que la Tierra no es el centro del universo y de que a lo mejor es redonda. Juan de Ávila era un sabio que fomentaba la educación y ayudaba a los niños, una tarea imposible de llevar a cabo hoy día, cuando hay tantos colegios públicos y tantos niños capaces de escribir de oído, pero para eso está el PP, para que los santos empiecen a educar de cero a base de milagros.
Peregrina como ella sola, aunque sólo de ideas, Cospedal ha dado un salto aéreo a Roma y a la Contrarreforma vestida igual que algunas pinturas negras de Goya, para ir haciendo juego con su gestión decimonónica. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia para elucidar si su doctrina de dejar morir a los emigrantes sin papeles a las puertas de los hospitales de Castilla La Mancha es más de Cristo o más de Gengis Khan. Cospedal y Soraya se han ido de curas para dar ejemplo, no como esas jóvenes alocadas que van a una despedida de soltera a ver cómo un señor se despelota y terminan la noche con el tanga en los tobillos. A falta de gigolós, Cospedal ya tiene cuarenta y un asesores nombrados a dedo sólo para que le hagan un estriptís de ocurrencias, como ésta de marcharse a Roma para la canonización de un sabio del siglo XVI mientras, en España, los sabios y doctores del XXI emigran a Alemania a hacer flashback.